martes, 6 de octubre de 2009

CINCO SIGLOS IGUAL - LEON GIECO

Soledad sobre ruinas,
sangre en el trigo
rojo y amarillo,
manantial del veneno
escudo heridas,
cinco siglos igual.

Libertad sin galope,
banderas rotas
soberbia y mentiras,
medallas de oro y plata
contra esperanza,
cinco siglos igual.

En esta parte de la tierra
la historia se cayó
como se caen las piedras
aun las que tocan el cielo
o están cerca del sol
o están cerca del sol.

Desamor desencuentro,
perdón y olvido
cuerpo con mineral,
pueblos trabajadores
infancias pobres,
cinco siglos igual.

Lealtad sobre tumbas,
piedra sagrada
Dios no alcanzó a llorar,
sueño largo del mal
hijos de nadie, cinco siglos igual.

Muerte contra la vida,
gloria de un pueblo desaparecido
es comienzo, es final
leyenda perdida,
cinco siglos igual.

En esta parte de la tierra
la historia se cayó
como se caen las piedras
aun las que tocan el cielo
o estan cerca del sol
o estan cerca del sol.

Es tinieblas con flores,
revoluciones
y aunque muchos no están,
nunca nadie pensó besarte los pies,
cinco siglos igual.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Bienvenidos!!

Hola, Bienvenidos al Blog 2océanos.
Esta página fue creada por dos personas que creen en el cambio de las costumbres que el tiempo creó entre dos hermanos. Argentina y Chile, dos países con la misma historia, el mismo sufrimiento, las mismas agonías, las mismas torturas sociales, políticas y culturales. Nuestros nombres son Paulina Cordovez (chilena) y Juan Roleri (argentino) y sabemos que somos hermanos, sabemos que debemos ayudarnos como tales… pero también sabemos el nivel de racismo, xenofobismo y discriminación que tienen nuestras naciones entre ellas y para con los demás países de habla hispana.
Latinoamérica sufrió lo que jamás debería haber sufrido; éramos un continente rico y fuimos abusados. Cuanta mayor era la riqueza, mayor fue el martirio.

"Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez"*

El salvajismo capitalista que abatió contra nuestro continente ingenuo pero benigno, miles de millones de muertes en la sumatoria de estos 517 años desde ese monstruoso 12 de octubre de 1492.
Nuestros fines con este blog son: divulgar la hermandad latinoamericana - Pre colombina y post colombina -, la cultura moderna y la de nuestros antepasados, las creencias antiguas y las contemporáneas, las costumbres de hoy y su paulatina transformación. Pero sobre todo la lucha contra nuestra propia discriminación. ¡Tenemos la misma sangre! Jamás olvidemos eso...

Juan Roleri
y Paulina Cordovez
– 28/9/2009 –
Santiago y Buenos Aires.

*(Proclama insurreccional de la junta tuitiva en la ciudad de la paz, 16 de junio de 1809)

Fragmento de Galeano

Había de todo entre los indígenas de América: astrónomos y caníbales, ingenieros y salvajes de la Edad de Piedra. Pero ninguna de las culturas nativas conocía el hierro ni el arado, ni el vidrio ni la pólvora, ni empleaba la rueda. La civilización que se abatió sobre estas tierras desde el otro lado del mar vivía la explosión creadora del Renacimiento: América aparecía como una invención más, incorporada junto con la pólvora, la imprenta, el papel y la brújula al bullente nacimiento de la Edad Moderna. El desnivel de desarrollo de ambos mundos explica en gran medida la relativa facilidad con que sucumbieron las civilizaciones nativas. Hernán Cortés desembarcó en Veracruz acompañado por no más de cien marineros y 508 soldados, traía 15 caballos, 32 ballestas, diez cañones de bronce y algunos arcabuces, mosquetes y pistolones. Y sin embargo, la capital de los aztecas, Tenochtitlán, era por entonces cinco veces mayor que Madrid y duplicaba la población de Sevilla, la mayor de las ciudades españolas, Francisco Pizarro entró en Cajamarca con 180 soldados y 37 caballos.Los indígenas fueron, al principio, derrotados por el asombro. El emperador Moctezuma recibió, en su palacio, las primeras noticias: un cerro grande andaba moviéndose por el mar. Otros mensajeros llegaron después: «... mucho espanto les causó el oír cómo estalla el cañón, cómo retumba el estrépito, y cómo se desmaya uno; se le aturden a uno los oídos. Y cuando cae el tiro, una como bola de piedra sale de sus entrañas: va lloviendo fuego... ». Moctezuma creyó que era el dios Quetzalcóatl quien volvía. Ocho presagios habían anunciado, poco antes su retorno. Los cazadores le habían traído un ave que tenía en la cabeza una diadema redonda con la forma de un espejo, donde se reflejaba el cielo con el sol hacia el poniente. En ese espejo Moctezuma vio marchar sobre México los escuadrones de los guerreros. El dios Quetzalcóalt había venido por el este y por el este se había ido: era blanco y barbudo. También blanco y barbudo era Huiracocha, el dios bisexual de los incas. Y al oriente era la cuna de los antepasados heroicos de los mayas.Los dioses vengativos que ahora regresaban para saldar cuentas con sus pueblos traían armaduras y cotas de malla, lustrosos caparazones que devolvían los dardos y las piedras; sus armas despedían rayos mortíferos y oscurecían la atmósfera con humos irrespirables. Los conquistadores practicaban también, con habilidad política, la técnica de la traición y la intriga. Supieron explotar, por ejemplo, el rencor de los pueblos sometidos al dominio imperial de los aztecas y las divisiones que desgarraban el poder de los incas. Los tlaxcaltecas fueron aliados de Cortés, y Pizarro usó en su provecho la guerra entre los herederos del imperio incaico, Huáscar y Atahualpa, los hermanos enemigos. Los conquistadores ganaron cómplices entre las castas dominantes intermedias, sacerdotes, funcionarios, militares, una vez abatidas por el crimen, las jefaturas indígenas más altas.Pero además usaron otras armas o, si se prefiere, otros factores trabajaron objetivamente por la victoria de los invasores. Los caballos y las bacterias, por ejemplo.Los caballos habían sido, como los camellos, originarios de América, pero se habían extinguido en estas tierras. Introducidas en Europa por los jinetes árabes, habían prestado en el Viejo Mundo una inmensa utilidad militar y económica.Cuando reaparecieron en América a través de la conquista, contribuyeron a dar fuerzas mágicas a los invasores ante los ojos atónitos de los indígenas. Según una versión, cuando el inca Atahualpa vio llegar a los primeros soldados españoles, montados en briosos caballos ornamentados con cascabeles y penachos, que corrían desencadenando truenos y polvaredas con sus cascos veloces, se cayó de espaldas. El cacique Tecum, al frente de los herederos de los mayas, descabezó con su lanza el caballo de Pedro de Alvarado, convencido de que formaba parte del conquistador: Alvarado se levantó y lo mató. Contados caballos, cubiertos con arreos de guerra, dispersaban las masas indígenas y sembraban el terror y la muerte. «Los curas y misioneros esparcieron entre la fantasía vernácula», durante el proceso colonizador, «que los caballos eran de origen sagrado, ya que Santiago, el Patrón de España, montaba en un potro blanco, que había ganado valiosas batallas contra los moros y judíos, con ayuda de la Divina providencia».Las bacterias y los virus fueron los aliados más eficaces. Los europeos traían consigo, como plagas bíblicas, la viruela y el tétanos, varias enfermedades pulmonares, intestinales y venéreas, el tracoma, el tifus, la lepra, la fiebre amarilla, las caries que pudrían las bocas. La viruela fue la primera en aparecer. ¿No sería un castigo sobrenatural aquella epidemia desconocida y repugnante que encendía la fiebre y descomponía las carnes?